Gestión y Salud Mental: el impacto de la pandemia en las personas y en las empresas
Todo parece indicar que nos encontramos en la recta final de la pandemia y como en una carrera de larga distancia los últimos quilómetros son los más duros y determinantes para el escenario pospandémico o de futuro más inmediato.
Es evidente que de la crisis sanitaria salimos, como sociedad, más pobres y a la vez más desiguales. El impacto de la pandemia ha puesto nuevamente de manifiesto las desigualdades en salud, el impacto de los determinantes de la salud y las dificultades de accesibilidad al sistema. A la vez ahora, como nunca antes, los servicios sanitarios, sociales y, en general, de atención a las personas han tenido tanta importancia en nuestras vidas. Parece que hay una voluntad para reforzar, esperemos que blindar, dichos servicios públicos, con más recursos y también reformas estructurales.
La pandemia nos ha mostrado, como individuos, nuestra vulnerabilidad y fragilidad a la vez que nos ha examinado en términos de resiliencia, capacidad de adaptación, innovación y transformación digital. Al mismo tiempo, pero para protegernos del virus, hemos interiorizado e integrado en nuestras vidas, en el ámbito personal y también laboral el distanciamiento físico que pienso que, erróneamente, hemos confundido con el distanciamiento social. La pandemia nos sumerge en grandes paradojas y complejidades como por ejemplo elegir entre la salud pública o la recuperación económica, o el control social de la movilidad contrapuesto a la libertad individual. E inmersos en estas paradojas y complejidades hemos adaptado nuestro día a día también en las organizaciones.
Para poder sostener todos estos cambios y las vivencias sufridas las organizaciones no son inmunes a dicha evolución y demanda creciente de apoyo y soporte emocional a los trabajadores. Necesitamos vínculos que nos sostengan en nuestro camino, individual y colectivo, también en las empresas. El malestar emocional pandémico y post pandemia aflora ya en las organizaciones y en la sociedad en general. Es imprescindible que las organizaciones sean puntos de encuentro que nos vinculen en la consecución del propósito fundacional, pero a la vez que sean espacios donde se permita, en definitiva, socializar y corporativizar el sufrimiento y donde mostrarse vulnerable no cuestione el éxito ni el estatus. Se trata en definitiva de evolucionar y construir organizaciones sensibles, conscientes, pensadas y pensantes para afrontar los retos presentes y futuros.
Sin salud mental no hay salud ni en los individuos ni en las empresas. De ahí la importancia de entender la salud mental como un estado de bienestar, de sentirse bien (wellbeing) que va mucho más allá de la ausencia de enfermedad, diagnóstico y trastorno. Debemos, entre todos los que integramos las organizaciones, trabajar con el objetivo de que las empresas sean espacios de trabajo que faciliten este bienestar emocional de los profesionales porque es el mejor activo para garantizar la sostenibilidad y viabilidad de la organización.
La realidad es tozuda pero la herencia del pasado es fuerte y a menudo nos paraliza, dificulta o ralentiza cambios profundos en las organizaciones como los que considero que hay que abordar en esta era post (o long) COVID. Esperemos que tanto a nivel individual, organizativo como de los gobiernos, tomemos buena nota y estos dos años de pandemia sean fuente de aprendizaje y de cambio porque nuestros grupos de interés ya nos son los mismos que a principios del 2019 y nos van a exigir cambio, transformación e innovación acorde a sus demandas y expectativas que han cambiado. Y como se dice: “si innovamos podemos perder, pero si no innovamos estamos perdidos.”