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La “locura” del Modelo EFQM

Mariano Sanz, Director General de Colegios Ramón y Cajal

Cuando en los noventa del siglo pasado empezamos a trabajar con sistemas de calidad (ISO), la experiencia fue inicialmente traumática, pues muy pocos pensaban que aquellas normas pudieran “mirar” a una institución educativa como si se tratara de una fábrica de tornillos o de automóviles, aunque nuestra realidad fue que se produjo un electroshock en la organización, que era el objetivo que perseguíamos: darnos cuenta de que era necesario un cambio radical en nuestra manera de entender y trabajar la educación.

Poco a poco, vimos que no era mucho lo que aportaban las ISO, a pesar de la utilidad inicial y nos fuimos decantando por el Modelo EFQM que nos ha ido centrando mucho más, aunque en sus inicios, estaba pensado para la visión del pasado, la gestión del presente, y cómo se podría mejorar ese presente.

Esto estaba bien, pero entendemos que le faltaba una parte fundamental: la visión de futuro; el “imaginar” por dónde deberíamos ir, y esto se pensaba cosa de visionarios, de gente “fuera de la realidad”. En una ocasión, me preguntaron por lo que consideraba necesario para un puesto de Director de Innovación y respondí con un “que esté un poco loco”, pues ese imaginar un futuro que no existe es algo difícil de entender para los que están aferrados a la realidad del día a día.

Afortunadamente, la evolución del Modelo EFQM nos hace a todos “estar un poco locos”, nos insta a “predecir, imaginar” el futuro y a pensar que aquello que no evoluciona, no tiene cabida y que no podemos hacer una evolución “reactiva”, sino “proactiva”, con las dificultades y “disgustos” que ello conlleva. El nuevo Modelo ya no se basa tanto en analizar y estudiar el presente, sino que tiene en cuenta el “propósito” de la organización y, entendemos, sienta las bases y nos obliga a pensar más en ese incierto futuro, en un mundo cambiante a velocidad increíble.

Se comenta hasta la saciedad que las especies que han de sobrevivir serán las que mejor se adapten al cambio y en estos momentos, en el campo empresarial, esto es innegable; y esta adaptación no puede sino ser fruto de la imaginación, de la anticipación, del estudio riguroso (no creo que valga solo con estar un poco loco) que nos enseña cómo fue el pasado, cómo es el presente, y de ahí, como si de una ecuación trigonométrica se tratara, debemos deducir cómo será el futuro, aunque no hay calculadora científica que de resultados fiables, entrando aquí en juego ese “punto de locura” del que hablábamos antes.

Si esto lo llevamos al campo de la Educación, nos encontramos con un nuevo problema: como decía Machado en Juan de Mairena, “os digo cuanto me parece que puede ser más fecundo en vuestras almas, juzgando por aquello que, a mi parecer fue más fecundo en la mía”. Esto es una realidad y lo difícil es cambiar, imaginar un modelo diferente, pues con seguridad vamos a tener la oposición de todos los sectores implicados y, la lucha, siempre se presenta dura. Afortunadamente, Machado lo veía claro cuando continuaba la frase anterior con un “pero ésta es una norma expuesta a múltiples yerros”…

Si no encontramos nuestro “propósito” (como insta el Modelo), seguiremos anclados en el pasado y con el tiempo, la misma sociedad que pone objeciones al cambio, nos demandará por no haberlo hecho.

¡Bendita locura!

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