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No hay sociedad sin confianza ni universo sin gravedad

Felipe Gómez-Pallete y Paz de Torres de Asociación por la Calidad y Cultura Democráticas

La gravedad —una de las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza— rige las relaciones entre los objetos. Los efectos de la gravedad se observan tanto entre planetas alrededor del Sol como a una escala mucho más pequeña: la manzana que se desprende del árbol y cae atraída por la Tierra. Esta fue la genialidad de Newton: relacionar dos hechos tan aparentemente dispares. Sí, la gravedad es un fenómeno omnipresente por el que los objetos con masa, sin importar su tamaño, se atraen entre sí. Sin gravedad, todo vagaría a su aire y el universo, tal como hoy lo conocemos, no existiría. Tampoco se habrían desarrollado las sociedades humanas de no haberse dado el vínculo de la confianza entre las personas. Esto es lo que queremos decir con la expresión que encabeza esta entrada.

Ahora bien, mientras la fuerza de la gravedad es hoy lo que siempre fue desde el origen de los tiempos (y así continuará siendo), por el contrario, la confianza, como fuerza que rige las relaciones entre personas, está sometida a continuos cambios. Y hoy, «la confianza que sienten los ciudadanos y la credibilidad que ofrecen las instituciones son las dos caras de una misma moneda que viene devaluándose de manera progresiva».

Con estas palabras comenzamos un reciente artículo titulado La democracia, casa común de monarquía y periodismo publicado por la Fundación Espacio Público.

Los mensajes a reseñar en este espacio son dos. Uno, sobre el origen de esta confianza que nos aglutina o nos desvincula, según se dé o no. Y otro, acerca del carácter transversal (público – privado) de la propuesta que ofrecemos. Nos satisface recordar que ambos aspectos ya merecieron la atención del Club Excelencia en Gestión en dos ocasiones: con motivo de la publicación del libro Una vindicación de la acción política (2015) y del trabajo Nuevas fuentes de credibilidad (2020).

Históricamente, la confianza que un individuo deposita en otro se ha basado en el conocimiento que el primero tiene del comportamiento del segundo. Hoy no es así. Siendo el conocimiento del pasado una condición necesaria para que se dé la confianza, ya no es, por sí mismo, una condición suficiente. Para recuperar la credibilidad perdida, hoy es imprescindible comprometerse a mejorar permanentemente los aspectos que configuran la manera de comportarse de quien quiere merecer la confianza de sus grupos de interés. No hay otra forma de superar el desapego que caracteriza a nuestra sociedad. Porque no es lo mismo justificar que hemos cumplido en el pasado con las leyes vigentes, que comprometernos a mejorar nuestros sistemas y valores. Estas son las nuevas fuentes, es decir, el origen de la credibilidad que reclamamos.

El segundo de los aspectos tiene que ver con la naturaleza transversal de la propuesta. Desde la Fundación Espacio Público, nos pidieron aplicar esta argumentación a dos instituciones: la monarquía y el periodismo. Aquí ampliamos el foco y hablamos de la necesidad de tender puentes epistemológicos y prácticos entre dos mundos que habitualmente muestran dificultades de entendimiento. En la superación de tales obstáculos, precisamente el Club Excelencia en Gestión se distingue desde hace años. Lo público y lo privado se necesitan, máxime cuando, en materia de transparencia e integridad, los desarrollos tanto teóricos como prácticos han tenido lugar, sobre todo, en el ámbito de lo público, mientras que, por otro lado, las metodologías de mejora continua y compliance nacieron y han prosperado en el campo de la empresa privada.  

Agradecemos al Club la acogida que, una vez más, nos dispensa y deseamos que estas ideas despierten el interés de sus socios en la misma medida que La democracia, casa común de monarquía y periodismo está mereciendo.

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