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Actitudes rumbo al futuro

Nacho Villoch, Director de Innovación del Silver Economy Hub

El futuro me interesa porque es el sitio donde pienso pasar el resto de mi vida” con esta frase de Woody Allen cerraba mi intervención en el XXX Foro Anual sobre Gestión 5.0 del Club  Excelencia en Gestión del pasado 24 de mayo.

Como futurista - la revista Forbes me incluyo en su lista de los top 40 futuristas de España en 2021 y 2022 - a mí me interesa, y a menudo utilizo herramientas de prospectiva estratégica, análisis de tendencias, y diseño de futuros. ¿Diseño de futuro? Si, lo fascinante es que diseñamos futuros que nos diseñan, y esos futuros los creamos como creemos. Sin embargo, a la mayoría de los gestores y directivos la presión del día, del reporting trimestral, del EBITDA -presionado por vectores comerciales, financieros, regulatorios, tecnológicos, entorno VUCA-BANI- les empuja a un cortoplacismo en el que lo urgente no nos permite ocuparnos de lo importante.

En mi ponencia empecé desarrollando la gestión de horizontes como estrategia de Innovación, en este rumbo hacia el futuro: Un horizonte 1, a 12 meses vista de explotar el core del negocio con foco en sus variables críticas, defender y hacer crecer la cuota de mercado y el Cash Flow operacional; un horizonte 2, a 3 años vista de explorar, de desarrollo de nuevos negocios, alianzas, en el que ya encontramos la IA generativa y Blockchain, la innovación orientada a la sostenibilidad y más allá, un horizonte 3, a 5 años, en el que aprender, descubrir, curiosear, un horizonte en el que las tecnologías exponenciales convergen en propuestas de vehículos autónomos, metaversos, robótica as a service e hidrogeno verde o biología sintética.

Si en vez de pensar en el corto plazo, nos fijamos en el largo plazo, -el largoplacismo- hay tres posibles actitudes que merecen una reflexión: La del soplador de vidrio, la del adolescente temerario, y la del explorador aventurero en tierras desconocidas. Vamos a descubrirlas, con sus implicaciones.

El soplador de vidrio. Las personas que trabajan el vidrio de la manera tradicional aprovechan el momento en que este es fluido, dúctil y maleable, un magma a altísimas temperaturas para darle forma en filigranas increíbles. Esto es posible hasta que este se enfría, cristaliza… y se vuelve rígido y quebradizo. Del mismo modo, hay momentos en los que el futuro es “plástico”, dúctil, maleable. Por ejemplo, cuando un país está redactando su constitución, o en un periodo electoral: antes de votar nuestras decisiones pueden condicionar ese futuro; el día después, el resultado es rígido, inflexible para los próximos años, a menos que “rompamos la urna” -presente quebradizo- y volvamos a votar. O la gestión de recursos, es fluida hasta que se compromete la biodiversidad y una especie se extingue. Ese futuro es ya rígido, inflexible e irreversible. Lo que conecta con la siguiente actitud.

El adolescente temerario -y algo irresponsable- inconsciente de las implicaciones de sus decisiones a largo plazo, o que siendo consciente no le impide acometer algunas acciones o actitudes imprudentes sin considerar la siguiente derivada. La percepción del riesgo es menor al igual que el alcance de las consecuencias de determinadas acciones. ¿Cómo perderse esa fiesta épica “a la que va a ir todo el mundo”?  Y si ocurre el día antes del examen, cuya nota es crítica para acceder a la universidad o antes de esa entrevista de trabajo que puede condicionar un desarrollo profesional... y cuyo resultado hubiera resultado mucho mejor de haber llegado menos perjudicado tras haberlo dado todo en la fiesta. O las imprevistas secuelas de un accidente practicando un deporte extremo más allá de las capacidades individuales, que te pueden acompañar toda la vida (Ay… si lo hubiera sabido). La humanidad en su conjunto se está comportando como un adolescente temerario e irresponsable ante el cambio climático y la sostenibilidad medioambiental.

Estamos haciendo apuestas contra la evidencia de los datos, con consecuencias persistentes a largo plazo e impactos en los que en 2050 alguien suspirara (Ay … si lo hubiéramos sabido; Greta Thunberg, nos recordara que lo sabíamos, pero no le hicimos caso para no perdernos la gran fiesta de consumo desaforado).

Por último, la metáfora del aventurero que va a adentrarse en una expedición a una tierra -o planeta- desconocido en la que no sabe qué se va a encontrar, qué peligros va a afrontar o qué ruta va a seguir, pero la que ineludiblemente tiene que prepararse con los recursos disponibles, imaginando escenarios, extrapolando conocimiento de otros entornos, y estableciendo hipótesis que cubran o mitiguen los escenarios más probables y peligrosos. Si miramos como era nuestra firma de vivir y trabajar hace un par de décadas -a finales de ese ya lejano siglo XX- sin móviles, sin Amazon, Google, Netflix, Youtube, Instagram, WhatsApp, Spotify, LinkedIn…. y ahora miramos dos décadas hacia el futuro, ¿cómo nos preparamos para un futuro con nuevas realidades extendidas, gemelos digitales, asistentes virtuales dotados de Inteligencia artificial generativa, ciberseguridad cuántica…? Un tierra incógnita en la que ya estamos viviendo, aunque no le prestemos mucha atención.

¿Con cuál de estas actitudes te sientes más identificado? ¿El adolescente temerario? ¿El soplador de vidrio? ¿El explorador aventurero?

 A cada segundo que pasa el futuro se convierte en presente, y este en pasado. Y aunque no sea lo más urgente, y la presentación para la reunión del jueves se prioritaria, no deberíamos dejar de planificar nuestra estancia, en ese lugar en el que vamos a pasar el resto de nuestras vidas.

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