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“Dejar ir y dejar venir” son las premisas de las personas y de las organizaciones para poder abrazar lo nuevo y liderar desde el futuro emergente. Y en ese proceso de cambio y transformación que viene acelerado por las circunstancias actuales tenemos que ir a lo más profundo de nuestra identidad y de nuestro propósito para poder conectar con lo nuevo, con lo emergente abriendo nuestra mente, nuestra voluntad y nuestro corazón para poder entrar preparados en ese futuro que ya está aquí.

Por sus condicionantes geográficos (altitud, sol y fuertes lluvias) e históricos (preponderancia de la ganadería y 70% de la tierra en manos de la Iglesia y la nobleza), nuestro país cultiva principalmente el olivo (primer productor mundial de aceitunas), el caqui (segundo, tras China), la almendra (2º, tras EE UU), la avena (tercero, tras Rusia y Canadá) y la alcachofa (3º, tras Italia y Egipto), la vid (cuarto, tras China, Italia y Estados Unidos), el ají o guindilla (cuarto), la cebada (quinto), la naranja, la fresa y el albaricoque (sexto), el limón (séptimo) el centeno (8º) y el tomate

El compromiso del líder siempre es con el futuro de la compañía. Ayudar a las personas para mejorar su rendimiento y crear entornos competitivos orientados a los clientes. A estos mandatorios básicos, generalmente se han ido asociando nuevos enfoques, nuevas ideas a nuevos modelos de gestión.

¿Realmente peligran los principios universales de nuestra sanidad si no podemos garantizar su sostenibilidad? ¿Hay un único camino cierto para ello? ¿La tecnología nos asegurará, como parece que auguran algunos expertos, disponer de organizaciones sanitarias adaptadas a las necesidades futuras? ¿Cuáles son las claves para seguir mejorando el rendimiento de las organizaciones sanitarias mientras, al mismo tiempo, las preparamos para el cambio?

A Henry Ford se le atribuyen dos frases famosas, una probablemente falsa y otra seguramente cierta. Y la combinación de ambas genera una interesante paradoja. En el primero de los casos, parece ser que dijo que “si hubiera preguntado a mis clientes qué es lo que necesitaban, me hubieran dicho que un caballo más rápido”. De lo que se deduce que preguntar al cliente lo que quiere es innecesario, porque el cliente no lo sabe.

Estamos viviendo un cambio de era que, aunque venía gestándose en los últimos años, se ha acelerado con la pandemia de la COVID-19.
Estas transformaciones están afectando a todas las empresas, pero posiblemente las PYMES sean el segmento más afectado, por lo que las que sepan aprovechar las nuevas oportunidades saldrán de esta crisis reforzadas e incluso con una visión más clara del futuro.